"Buscando la Perla y El Tesoro Escondido"

14.01.2018

El Tesoro Escondido

"El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría (gozo) por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo." Mateo 13:44

La parábola del tesoro escondido es breve y contiene tres puntos importantes: primero, una persona por casualidad descubre algo tremendamente valioso; segundo, le produce un gran gozo; y tercero, la persona vende todo lo que tiene a fin de conseguirlo. Jesús, nos dice que esto es lo que sucede con el reino de los cielos.

En los tiempos de Jesús, no había bancos, ni lugares especiales para guardar los tesoros (monedas de oro o plata, joyas, posesiones valiosas); y es por esto que la gente los guardaba enterrándolos en la tierra para evitar que los descubrieran. Si el dueño moría, podía ser que ese tesoro quedara escondido por años, y la posibilidad de que alguien lo encontrara era remota.

En esta parábola se nos presenta un hombre que quizá no era muy rico, ya que tuvo que vender todo lo que tenía para comprar el campo, sin embargo vemos que con gran entusiasmo vendió todo lo que tenía para poder quedarse con este tesoro. Algunos se preguntarán porque no avisó al dueño del campo, o porque simplemente no se llevó el tesoro, o se lo pedía al dueño, etc. Lo importante en este pasaje no es la legalidad o moralidad de la situación; sino que para el hombre valía la pena cualquier sacrificio con tal de poseerlo.

En esta parábola Jesús estaba hablando del valor de la unción, el poder del Espíritu Santo en la vida de una persona, el Valor del Evangelio, de Cristo, las Buenas Nuevas. El propósito de esta parábola es mostrarnos lo que una persona esta dispuesta a hacer cuando ve la oportunidad de tener una verdadera unción. No explica el como llegar a ser creyente, o mostrar el camino para ser salvos, ni se refiere tampoco a comprar la entrada al cielo; porque sabemos que todo esto es por la gracia y misericordia de Dios, gratuitamente, pagada por la sangre derramada de Cristo. Más bien, lo que ésta parábola muestra es una persona que ha llegado a darse cuenta del gran valor y potencial de la unción, tanto, para entusiasmarse de tal manera que vende todo lo que tiene para poseerla. Jesús mostró que el reino de los Cielos viene a una persona transformando de tal manera su vida, que puede dejar todo lo que tiene con tal de adquirir esa relación personal e intimidad con Dios, ese tesoro tan valioso. Produce ese gozo por habernos encontrado y conocido al Señor, que hasta podemos dejarlo todo, y que ni siquiera nos importe que la gente piense que nos hemos vuelto locos. Ya que nosotros sabemos que dejarlo todo a cambio de la unción de su Santo Espíritu, es lo mas cuerdo que podemos hacer.

Jesús dijo que el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido, y que al encontrarlo produce tal alegría o gozo, que uno es capaz de vender todo lo que tiene con tal de conseguirlo. ¿Qué es lo mas valioso para ti, que serías capaz de vender de todo lo que tienes para adquirirlo? (Salmo 27;4)

La Perla de Gran Precio

Es importante primero saber cómo se forma una perla; la perla se forma cuando un pez o una roca golpea un ostión y este, al abrirse le entra una basurita o un grano de arena, y luego empieza a derramarse un liquido llamado nácar, y este lagrimea por algunos siete años, y luego se forma una preciosa perla, y esta viene del fondo del mar donde esta toda la suciedad de los peces.

¿Hay algo que usted valore tanto que daría todos sus bienes o sacrificaría todo lo que tiene por conseguirlo?. Aunque la gente habla de perseguir con empeño muchos objetivos, como el dinero, la fama, el poder o una buena posición social, es raro que una persona encuentre algo tan deseable que esté dispuesta a renunciar a todo para obtenerlo. Jesucristo hizo referencia a esta admirable característica tan poco común en una de sus numerosas y estimulantes parábolas acerca del Reino de Dios.

Se trata de una ilustración que dio a sus discípulos en privado y que mucha gente conoce como la parábola de la perla de gran precio. He aquí lo que dijo Jesús: "El reino de los cielos es semejante a un comerciante viajero que buscaba perlas excelentes. Al hallar una perla de gran valor, se fue y prontamente vendió todas las cosas que tenía, y la compró" (Mateo 13:36, 45, 46). ¿Qué quería enseñar Jesús con esta ilustración? ¿Y cómo nos benefician sus palabras?

Desde tiempos antiguos, la gente ha otorgado gran valor a las perlas como objetos ornamentales. Según cierta obra, el escritor romano Plinio el Viejo consideraba que las perlas ocupaban el "lugar principal y más elevado de todas las cosas preciosas". A diferencia del oro, la plata y muchas gemas, las perlas se obtienen de seres vivos. En la antigüedad, las mejores perlas provenían principalmente del mar Rojo, el golfo Pérsico y el océano Índico, lugares distantes de la tierra de Israel. Sin duda, esa es la razón por la que Jesús se refirió a "un comerciante viajero que buscaba perlas excelentes". Hallar ejemplares realmente valiosos exigiría mucho esfuerzo.

Aunque las perlas finas siempre han sido muy costosas, es obvio que no es su valor monetario lo que constituyó el punto central de la parábola de Jesús. Él no solo asemejó el Reino de Dios a una perla de gran valor, sino que centró la atención en "un comerciante viajero que buscaba perlas excelentes" y en su reacción al encontrar una. A diferencia de un tendero común, el comerciante o tratante de perlas sería un especialista en la materia, alguien con un ojo experto y con la sensibilidad necesaria para percibir las cualidades estéticas y los matices que hacen extraordinaria una perla. Reconocería su autenticidad en cuanto la viera y no se dejaría engañar por mercancía falsa o de mala calidad.

Hay algo más acerca de este hombre que llama la atención. Un comerciante normal averiguaría primero el valor que tendría la perla en el mercado a fin de determinar cuánto pagar por ella para obtener beneficios. Quizás analizaría también si le sería posible venderla con prontitud. En otras palabras, le interesaría sacarle un rápido rendimiento, no quedarse con ella. Pero este no era el caso del comerciante de la parábola de Jesús. Su interés no era monetario ni material, como se ve en el hecho de que estuvo dispuesto a sacrificar "todas las cosas que poseía" -posiblemente todas sus pertenencias y propiedades- a fin de adquirir lo que había estado buscando.

Para casi cualquier comerciante, lo que hizo el protagonista de la parábola sería una insensatez. Ningún negociante sagaz se aventuraría en una empresa tan arriesgada. Pero aquel comerciante tenía un código de valores muy distinto. Su recompensa no estaba en las ventajas económicas, sino en el gozo y la satisfacción de poseer algo de un valor incomparable. Esta idea se expone claramente en una ilustración paralela que Jesús expresó en estos términos: "El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre halló y escondió; y por el gozo que tiene, va y vende cuantas cosas tiene, y compra aquel campo" (Mateo 13:44). En efecto, el gozo de descubrir y poseer aquel tesoro era suficiente para motivar al hombre a sacrificar todo lo que tenía. ¿Hay personas así hoy en día? ¿Existe algún tesoro por el que merezca la pena hacer un sacrificio semejante?

Al relatar la parábola, Jesús estaba hablando del "Reino de los Cielos". Él mismo apreciaba profundamente el enorme valor del Reino, hecho del que los Evangelios ofrecen un elocuente testimonio. Después de su bautismo "comenzó a predicar y a decir: 'Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado'". Durante tres años y medio enseñó a las muchedumbres las verdades sobre el Reino. Recorrió todo el país, "viajando de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y declarando las buenas nuevas del reino de Dios" (Mateo 4:17; Lucas 8:1).

Jesús también llevó a cabo muchos milagros -como curar enfermos, alimentar a los hambrientos, controlar las fuerzas de la naturaleza y hasta resucitar muertos-, demostrando así lo que logrará el Reino de Dios (Mateo 14:14-21; Marcos 4:37-39; Lucas 7:11-17).

Por último, probó su lealtad a Dios y al Reino entregando su vida, muriendo como mártir en un madero de tormento. Tal como el comerciante dio gustoso todo lo que tenía por el "perla de gran valor", Jesús vivió y murió por el Reino (Juan 18:37).

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